Música de cámara II

» Escuchamos dialogar a cuatro personas inteligentes, creemos comprender las partes de su conversación mientras descubrimos algo sobre los detalles de los instrumentos «.

Carta de Wolfgang von Goethe a Friedrich Zelter.


Hitos en la música de cámara [soClassicsQ]

En esta oportunidad se entrega una primera lista de obras de cámara con el objetivo de despertar la curiosidad y el amor a este género. Una selección de obras que por su melodía y dinámica atrapan a los oyentes acostumbrados a la música sinfónica.

Si despertamos su curiosidad, coloque en el buscador de internet: obras imprescindibles de la música de cámara, foro clásico para descubrir una enriquecedora discusión que abarca mas que las recomendadas a continuación. Todas ellas se disfrutan en YouTube:

Borodin, Alexander
Cuarteto No. 2 en Re mayor para cuerdas
Franck, Cesar
Sonata en La mayor para violín y piano

Escuchar en Sinfonía de la mañana de 2 de octubre de 2018 el relato de Martin Llade, El regalo de Cesar Frank (música de bodas).
Con la Sonata para violín y piano, Cesar Franck crea verdaderamente la música de cámara francesa, que hasta entonces había sido cultivada esporádicamente por autores como Fauré o Saint-Saëns, pero con mucha menos profundidad.

Como curiosidad, hay que decir que ésta es probablemente la sonata de Vinteuil que Marcel Proust describe en Por el camino de Swann. Aquella de la que se dice:
» Una frase se elevaba durante algunos instantes por encima de las ondas sonoras. Ella le había propuesto inmediatamente voluptuosidades especiales que jamás había conocido antes de escucharla, de las que sentía que ninguna otra cosa más que ella se las podría dar a conocer y había experimentado por ella algo así como un amor ignoto «.

El análisis musical del Prof. Ángel De Benito, en Música y significado, del 13 de marzo de 2011, dice:
Fuego e ingenuidad bajo su levita negra. Lucha vital y canción mañanera bajo su misticismo. Así se nos muestra aquel «Pater Seraphicus» con 68 años, que había renunciado al mundo. Todo parte de una célula de dos notas y se expande como un organismo vivo, dando lugar a una admirable construcción. Regalo de boda a Ysaÿe, Franck presenta diferentes estadios existenciales, y al final -según Claussé- sueña con una felicidad conyugal, unión en canon, que quizá a él le fue retenida.

Brahms, Johannes
Quinteto para piano en Fa menor Op. 34.
(Cortina musical del programa Música de cámara del maestro André Poulet)
Quinteto para clarinete en Si menor Op. 115
[Escuchar en Música y significado – El Quinteto con piano de Brahms – 30 de noviembre de 2011]

Tchaikovsky, Pyotr Ilyich
Trio para piano en La menor Op. 50
Cuarteto de cuerdas No.1 en re mayor, Op. 11
[Video de I Musici de Montral, estupenda coreografía sobre el Vals, para mostrarnos el fracasado matrimonio del compositor con su antigua alumna Antonina Milyukova]

Dvorak, Antonin
Cuarteto de cuerdas No. 12 en Fa mayor Op. 96 » Americano «
Quinteto en La mayor No. 2 Op. 81
Serenata para cuerdas en Mi mayor Op. 22
Trio en Mi menor Op.90. » Dumky «
[Escuche en Sinfonía de la mañana, del 8 de mayo de 2019, Despedidas. Relato sobre Josephine Cermáková, el primer amor de Antonín Dvorák. Y en Música y significado – Especial DVORAK – 16 de noviembre de 2018]

Schubert, Franz
Quinteto para piano en La mayor, » la trucha «, D.667
Quinteto No. 14 en Re menor, » La muerte y la doncella «, D.810
Quinteto para cuerdas en Do, D.956 Op. Póstumo 163
Trio No. 2 en Mi bemol mayor D.929, Op. 100

El tema principal del segundo movimiento fue utilizado como uno de los temas musicales centrales en la película de 1975 Barry Lyndon, de Stanley Kubrick.

En Música y significado del 25 de noviembre de 2016, El último Trío de SCHUBERT dice el Prof. De Benito: » Pues parece que Martín Llade tuvo la misma idea que yo el mismo día que yo: recordar el inmortal Andante del Trío opus 100 de Schubert, que ha salido en tantas películas -no sólo de Hollywood sino en esa gran película que es nuestra propia vida, con su magna banda sonora y sus estaciones-. Pero el Trío no es todo gris y otoñal. El primer movimiento tiene un tema afirmativo, otro que es como una endecha infantil, y llega a evocar su famoso Ave María. El segundo es el famoso, que además está inspirado en una canción del sueco Isaac Berg —» Ver el sol descender «— y que ciertamente tiene ese efecto de ver el sol crepuscular. El tercero se basa en un vals ligero, campesino. Y el cuarto es ¡invencible!, el triunfo del típico » tra-la-rá » schubertiano, el arte de preservar la inocencia después de que te haya aplastado un ciclón. El triunfo del » abrazo schubertiano «. Felices amores y felices abrazos schubertianos».

Cuarteto de cuerdas en Sol mayor, D. 887
Cuarteto de cuerdas No. 12 en DO menor, D. 703

Smetana, Bedřich
Cuarteto de cuerdas No. 1 en Mi menor » De mi vida «

Ravel, Maurice
Cuarteto de cuerdas en Fa mayor
[El pizzicato es la sintonía del programa Cuaderno de Notas, de Beatriz Torio en Radio 5]

Grieg, Edvard
Cuarteto de cuerdas No. 1 en Sol menor

Rachmaninoff, Sergei
Elegiaco No. 1 en Sol menor

Por razones históricas:
Haydn, Joseph
Cuarteto de cuerdas en Si menor Op. 33 No. 1. De interés histórico y por el IV mov. Presto
Mozart, Wolfgang
Quinteto para clarinete en La mayor, K581


Complemento

En YouTube los títulos de las obras están en cifrado inglés:

Sostenido # Sharp Bemol b Flat

Sugerencias

Escuchar las obras recomendadas
Escuchar los programas de RNE Clásica citados
Alguno de los programas de RNE dedicados a música de cámara son:
La recámara, Grandes Ciclos, Café Zimmermann.
También en la Fundación Juan March ofrece conferencias y recitales.
Leer sobre los compositores y las condiciones bajo las que se compusieron las obras.
Aprovechar el recurso YouTube para comparar la interpretación por varios ensembles de música de cámara


Imagen: Borodin Quartet con Alexander Bulov ©The Strad

La zarzuela

La zarzuela tiene una larga tradición latinoamericana. Nuestro segundo himno nacional, Alma Llanera, proviene de la zarzuela homónima (1914) con música de Pedro Elías Gutiérrez y libreto de Rafael Bolívar Coronado.
El cóndor pasa (1913) es una zarzuela peruana compuesta por el peruano Daniel Alomía Robles con libreto de Juan de la Paz.
Cecilia Valdés es una zarzuela cubana (1932)  con música de Gonzalo Roig y libreto de Agustín Rodríguez y José Sánchez Arcilla.

El Teatro Nacional fue durante muchos años el templo de la zarzuela venezolana en las temporadas de reconocidas compañía españolas.  Artistas como Alfredo Kraus y su hermano Francisco, Monserrat Caballé, Plácido Domingo  — y muchos años antes sus padres— entre otros, fueron ovacionados allí.  

La zarzuela o género lírico, como también se le conoce, es una verdadera fiesta participativa. Los viernes en las tardes, al salir del liceo, los diferentes grupos de estudiantes se encaminaban hacia el Teatro Nacional. Cantábamos las romanzas  como la Marcha de la Amistad, de Los Gavilanes con ayuda de un desplegable sobre el  escenario. También la considerábamos participativa por la oportunas y atildadas “morcillas”, como se conocen los chistes improvisados sobre la cotidianidad ciudadana y la situación política del momento del país o ciudad anfitrión. 

Mis hijos disfrutaron por igual los domingos en el Aula Magna de la UCV al Grupo Chichón, como  a la Sinfónica con Pedro y el Lobo . La zarzuela en el Teatro Nacional fue, obviamente, con La corte de Faraón  y Las Leandras


Ser amante de la zarzuela nunca estuvo reñido con otros géneros musicales, sea la llamada música académica (sinfónica, vocal, coral)  u otros géneros ( tango, flamenco, fado, folclórica, etc.) .

En los grupos de apoyo a la zarzuela convivíamos wagnerianos, verdianos, etc., y nuestro siempre recordado Pololo fue el mejor ejemplo de unificación de los diferentes yoes musicales armonizados. 

Cuando sienta la necesidad  de subir su estado de ánimo, escuche zarzuelas, sintonice en www.rtve. es  Radio Clásica y busque el programa La zarzuela.  Los mismos resultados anímicos se consiguen con la alternativa académica de las oberturas de Beethoven. Póngalo a prueba. 

Concierto para piano en Sol mayor Op. 58 – L V Beethoven

La música clásica tuvo siempre un lugar en mi vida estudiantil. El trayecto diario de 22 km de la casa familiar hasta la universidad Simón Bolívar solía ser propicio para apelar a mis cassettes de música clásica. Vale aclarar que las veces que no eran escuchados contaba con pasajeros que en lugar de agradecer la cola exigían que no colocara lo que ellos consideraban música pavosa o música de funerales.

En esos casos, Led Zeppelin, Jimmi Hendrix, Pink Floyd o La Dimensión Latina amenizaban la ruta. Sin embargo, los viajes en solitario estuvieron impregnados de este peculiar sonido. Era intrigante experimentar el curioso ramillete de emociones que esa música, misteriosamente, inspiraba.

El repertorio no era extenso, solo contaba con Tchaikovsky — El Lago de los Cisnes, la Overture 1812, el Concierto para violin, el Capriccio español —y Beethoven. De la limitadísima selección de la música de Ludwig Van Beethoven recuerdo en especial, la Sinfonía No. 6 — Pastoral—y el Concierto No. 4 para piano y orquesta en Sol mayor, Op. 58.

La Pastoral desencadenaba emociones difíciles de reconocer. Con la ausencia total de conocimientos que permitieran concientizar la grandeza de la obra, escucharla resultaba placentero, y el trayecto, más corto.

Por alguna misteriosa razón, sus melodías inspiraban una suerte de euforia que me predisponían para percibir la belleza que me rodeaba e insuflarme un bienestar especial. Una alegría literalmente mágica e inexplicable.

La exposición y mi reacción a la música de Beethoven en ese momento fue absolutamente instintiva. Desconocía la obra y el personaje que tan particular influencia ejercía sobre mi estado de ánimo. El tiempo en ese entonces estaba monopolizado por las prioridades típicas de un estudiante de ingeniería electrónica en la USB: Las que dictaban las hormonas y la exigencia académica.

La primera vez que me percaté de estar ante una extraordinaria obra maestra y concientizar la genialidad sobrenatural de Beethoven, fue con el Concierto No. 4. Esta obra de mi reducido repertorio la escuchaba con frecuencia. La conocía “de memoria” pudiendo anticipar sus temas y melodías.

No pretendo—ni tengo capacidad— para analizar una obra musical con algún grado de competencia, aunque si puedo expresar las emociones que inspiró y la significación de ese momento de consustanciación que aún provoca en mí su segundo movimiento.

Con las materias propias de ingeniería estábamos obligados a cursar algunas ¨humanisticas¨, por lo que decidí elegir Fundamentos de Filosofia. Los métodos de aproximación a la verdad inherente a los Diálogos Socráticos llamaron poderosamente mi atención. En ellos, los participantes realizaban exposiciones alternas, apelando siempre a la razón con base en preguntas cada vez más precisas, llegando a una conclusión y convencimiento mutuos sobre el tema en cuestion. Varios diálogos captaron mi imaginación y me maravilló la manera tan eficiente y civilizada de interactuar. Un diálogo en particular —Menon, en el cual se explora la esencia de la virtud, fue leído en clase y “puesto en escena” para deleite de los asistentes.

En camino a casa y por mera casualidad, comienza a sonar el concierto. En la medida que se inicia el intercambio entre el piano y la orquesta, se exponen los temas y el desarrollo, me percato de la semejanza con un Diálogo y simultáneamente mi imaginación se transporta y se integra en una conversación con un lenguaje sobrenatural que desconozco, pero que súbitamente comprendo! Lo entiendo porque me hace sentir, escuchar y palpar la intención noble y hermosa de los dialogantes.

En el segundo y tercer movimento percibí con claridad un hermosísimo diálogo. Por un lado, la soberbia, el orgullo y el despotismo y por el otro, la razón. El planteamiento insolente y limitado de la orquesta es respondido y sometido con sabiduría, belleza y coraje por el piano, llevando el desarrollo a un éxtasis, no de la victoria de la razón sino la celebración de la ¨conversión¨de los antivalores y su cara a la luz.

La experiencia de esa tarde me estimuló a aprender y conocer más sobre la música y el hombre que tan extraordinario poder había revelado. Desde entonces y desde la perspectiva del aficionado ignorante de teoría musical, he leído y estudiado sobre Beethoven hasta convertirme en un auténtico admirador de este gigante de la humanidad. Estoy seguro que acompaño a muchos ciudadanos del planeta en considerar a este hombre el más grande genio musical de la historia y probablemente, el ser humano más auténtico, honesto y valiente que haya existido.

Tras la huella de la banda sonora de mi vida

Como venezolano nací en la música, como dijo Conny Méndez en su “Venezuela habla cantando”:

El secreto, compañero
es algo muy personal:
que arrullamos a los niños
con el Himno Nacional.

Muchos años más tarde, un amigo de la ciencia, ecuatoriano, celebraba la comunión de los venezolanos con la música y mencionaba a las madres enfrentando a los bebés al mundo musical.

En mi familia venezolana, sin ser un prototipo, se escuchaba mucha música. La gaita zuliana de parte de mi padre maracucho y el Quinteto Contrapunto más algo de música académica del lado de mi madre. Nadie tocaba un instrumento.

El primer disco LP que compré fue Help! de Los Beatles, lo adquirí en 1966 en la tienda Eltrón, ubicada en el Centro Comercial Caurimare en Caracas. Al escuchar esa música me convertí inmediatamente en un beatlemaníaco y un poco después en un rockero empedernido, hasta el día de hoy.

En 1970, mis padres me enviaron a estudiar en Montreal, Canadá. Mis primeros grandes conciertos de rock los presencié en el antiguo Forum de Montreal. Recuerdo el primero, con las bandas AC/DC y Procol Harum y luego estuve en conciertos de Santana, The Rolling Stones —con el desconocido Stevie Wonder de telonero— Chicago, Elton John, etc.

Mis amigos africanos de la universidad me hicieron fan de James Brown. Mi jefe de piso en la residencia estudiantil y vecino de apartamento, me obligó a amar al soul tras largas noches de rumbas, mientras yo trataba de estudiar o dormir. Escuché a Mongo Santamaría en un sitio en el viejo Montreal, donde también conocí al pelotero venezolano David Concepción. Mucha salsa me acompañó en Montreal con los latinos en Concordia University, hasta un programa de salsa tuvimos en la radio de la universidad.

«Cada persona es el reflejo de la música que escucha»

John Lennon

En 1978, hice un postgrado de un año en la Universidad de Roma. Luego, cuatro años en la Universidad de Londres. En Roma conocí la fiebre de Queen y fui a toques de la Serpente Latina.

Estando en Londres fui a conciertos de buenas bandas como Los Rolling Stones, Beach Boys, Bob Dylan, etc. Conocí a la nueva generación del Rock/Pop como Madness, Depeche Mode, Blondie, The Cure, Dire Straits, Kate Bush, Rod Stewart, Billy Joel y muchos más. Tenías solo que ver el celebérrimo “Top of the Tops” de la TV británica.

De vuelta a Venezuela en 1983 y metido en mi carrera como investigador y docente, nunca abandoné la música. Amé a Soda Stereo y los perseguí hasta el final. Me convertí en un fanático del rock en español argentino con sus grandes nombres como Charlie García, Luis Alberto Spinetta y Fito Páez. Por mi carrera, viajé varias veces a Argentina. Mis colegas siempre querían llevarme a escuchar tango, yo pedía que me llevaran a los boliches a disfrutar del rock.

Caracas en los 80 y los 90 fue sitio de giras de músicos excepcionales como Peter Gabriel, Gun and Roses, Iron Maiden, Santana, Eric Clapton, Miami Sound Machine, etc. También nos visitaron grandes músicos de la salsa, pop y la música académica.

En 1990 a través de un amigo comencé a tomar clases de apreciación musical. Las clases eran dictadas por el profesor Daniel Salas, quien había sido profesor y director de la Escuelas de Artes de la UCV.

Duré nueve años en cursos fabulosos y los abandoné cuando Daniel emigró a España. De esos cursos me quedaron muchos conocimientos y un real amigo. Daniel Salas falleció en 21 de mayo de 2019 en Madrid.

Los cursos con Daniel me dejaron toda la música del barroco tardío, el período clásico y la música académica contemporánea. Mis más apreciados son Antonio Vivaldi, Georg Friedrich Händel, Johann Sebastian Bach, Georg Philipp Telemann y Henry Purcell, Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven, Gustav Mahler y losminimalistas Philip Glass y Steve Reich. Del Romanticismo me quedo con Franz Schubert y Félix Mendelssohn.

A la hipotética pregunta ¿qué obra salvaría en caso de un incendio o explosión del planeta? me quedaría con Die Tageszeiten Los momentos del día— de Georg Philipp Telemann.

El gusto por la música comenzó en la escuela

Mis primeros recuerdos de una escucha consciente de música académica son los de la escuela primaria, en el Grupo Escolar “Francisco Pimentel” en Caracas. Periódicamente nos llevaban a la biblioteca, nos sentaban frente a una mesa donde había una nota escrita a máquina de no más de 15 líneas con el nombre de la obra y del compositor y una breve descripción de lo que escucharíamos.

Leíamos en voz baja luego escuchábamos la obra seleccionada. Todavía recuerdo esa primera vez, La marcha eslava de Peter Tchaikovsky y Las Sílfides de Frédéric Chopin.

Adaptándose a los recursos audiovisuales actuales disponibles en las escuelas es un modelo a seguir. Con la salvedad de que primero sea el sonido, sin imágenes que distraigan y después opcionalmente, las imágenes del video para complementar con la identificación de los instrumentos a medida que la obra avance.


Discusión musical.

Después de las clases en el colegio visitábamos el taller del padre de Carlos Díaz, fabricante de jaulas y otros productos de alambre mediante una electrosoldadora de punto. El taller quedaba cruzando la calle sobre la Avenida Oeste 6.

Una vez Carlos y yo nos enfrascamos en una vehemente pero amigable disputa, propia de egos preadolescentes, sobre el nombre formal de una pieza. Después supe que era la Danza Macabra compuesta por Camille Saint-Saëns. Ambos la habíamos escuchado fuera del ámbito de la biblioteca pero no nos poníamos de acuerdo en el título.

Las experiencias musicales en la biblioteca de la escuela habían dado sus frutos, al lograr motivar a dos jóvenes a seguir escuchando música académica por sus propios medios. Y supongo, sin temor a equivocarme, que no fuimos los únicos. La escuela primaria dejó una profunda huella en mi vida. Tuve maestros excepcionales.


Mi primer Mahler y Prokofiev.

Otra de las amistades de la escuela fue con Clemente Britto. Me invitaba a su casa, de Sordo a Tablitas parroquia de Santa Rosalía, donde su tío tenía su clínica odontológica. Siempre me han gustado los perros y allí conocí a Killer, un amigable boxer. Su hermano mayor —el escritor Luis Britto García— escuchaba música clásica en discos de vinilo. Así fue como escuché algunas de las sinfonías de Mahler y la cantata Alexander Nevsky de Prokofiev, la cual vería en el cine como contaré más adelante.

Por navidades, Clemente y Luis me regalaron un longplay con la Novena Sinfonía de Beethoven. La carátula del disco eran ángeles de la Sixtina tocando trompeta.
A la luz de estas experiencias resulta muy importante en la consolidación de la escucha musical, que las obras sean afines a la sensibilidad y edad del escucha. En mi caso se produjo la sincronización con una música sinfónica vivificante, excitante, apropiada para un preadolescente. El descubrimiento de otras músicas vendría con la madurez emocional.