Tras la huella de la banda sonora de mi vida

Como venezolano nací en la música, como dijo Conny Méndez en su “Venezuela habla cantando”:

El secreto, compañero
es algo muy personal:
que arrullamos a los niños
con el Himno Nacional.

Muchos años más tarde, un amigo de la ciencia, ecuatoriano, celebraba la comunión de los venezolanos con la música y mencionaba a las madres enfrentando a los bebés al mundo musical.

En mi familia venezolana, sin ser un prototipo, se escuchaba mucha música. La gaita zuliana de parte de mi padre maracucho y el Quinteto Contrapunto más algo de música académica del lado de mi madre. Nadie tocaba un instrumento.

El primer disco LP que compré fue Help! de Los Beatles, lo adquirí en 1966 en la tienda Eltrón, ubicada en el Centro Comercial Caurimare en Caracas. Al escuchar esa música me convertí inmediatamente en un beatlemaníaco y un poco después en un rockero empedernido, hasta el día de hoy.

En 1970, mis padres me enviaron a estudiar en Montreal, Canadá. Mis primeros grandes conciertos de rock los presencié en el antiguo Forum de Montreal. Recuerdo el primero, con las bandas AC/DC y Procol Harum y luego estuve en conciertos de Santana, The Rolling Stones —con el desconocido Stevie Wonder de telonero— Chicago, Elton John, etc.

Mis amigos africanos de la universidad me hicieron fan de James Brown. Mi jefe de piso en la residencia estudiantil y vecino de apartamento, me obligó a amar al soul tras largas noches de rumbas, mientras yo trataba de estudiar o dormir. Escuché a Mongo Santamaría en un sitio en el viejo Montreal, donde también conocí al pelotero venezolano David Concepción. Mucha salsa me acompañó en Montreal con los latinos en Concordia University, hasta un programa de salsa tuvimos en la radio de la universidad.

«Cada persona es el reflejo de la música que escucha»

John Lennon

En 1978, hice un postgrado de un año en la Universidad de Roma. Luego, cuatro años en la Universidad de Londres. En Roma conocí la fiebre de Queen y fui a toques de la Serpente Latina.

Estando en Londres fui a conciertos de buenas bandas como Los Rolling Stones, Beach Boys, Bob Dylan, etc. Conocí a la nueva generación del Rock/Pop como Madness, Depeche Mode, Blondie, The Cure, Dire Straits, Kate Bush, Rod Stewart, Billy Joel y muchos más. Tenías solo que ver el celebérrimo “Top of the Tops” de la TV británica.

De vuelta a Venezuela en 1983 y metido en mi carrera como investigador y docente, nunca abandoné la música. Amé a Soda Stereo y los perseguí hasta el final. Me convertí en un fanático del rock en español argentino con sus grandes nombres como Charlie García, Luis Alberto Spinetta y Fito Páez. Por mi carrera, viajé varias veces a Argentina. Mis colegas siempre querían llevarme a escuchar tango, yo pedía que me llevaran a los boliches a disfrutar del rock.

Caracas en los 80 y los 90 fue sitio de giras de músicos excepcionales como Peter Gabriel, Gun and Roses, Iron Maiden, Santana, Eric Clapton, Miami Sound Machine, etc. También nos visitaron grandes músicos de la salsa, pop y la música académica.

En 1990 a través de un amigo comencé a tomar clases de apreciación musical. Las clases eran dictadas por el profesor Daniel Salas, quien había sido profesor y director de la Escuelas de Artes de la UCV.

Duré nueve años en cursos fabulosos y los abandoné cuando Daniel emigró a España. De esos cursos me quedaron muchos conocimientos y un real amigo. Daniel Salas falleció en 21 de mayo de 2019 en Madrid.

Los cursos con Daniel me dejaron toda la música del barroco tardío, el período clásico y la música académica contemporánea. Mis más apreciados son Antonio Vivaldi, Georg Friedrich Händel, Johann Sebastian Bach, Georg Philipp Telemann y Henry Purcell, Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven, Gustav Mahler y losminimalistas Philip Glass y Steve Reich. Del Romanticismo me quedo con Franz Schubert y Félix Mendelssohn.

A la hipotética pregunta ¿qué obra salvaría en caso de un incendio o explosión del planeta? me quedaría con Die Tageszeiten Los momentos del día— de Georg Philipp Telemann.

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