Motivada por la escucha de la Sinfonía No. 1 de Tchaikovsky
Sin proponérselo Ud. escucha una música que le agrada o lo conmueve, o trae recuerdos de situaciones. Decide entonces saber de que se trata, cómo se llama.
A menudo va al cine y le atrapa la banda sonora. Por ejemplo Master and Commander (Mozart, Vaughan Williams, Bach y Boccherini), cuando no es la misma música el tema de la película como en Amadeus o Farinelli.
Manteniendo la curiosidad, logra identificar la obra y su compositor. Despierto el interés, buscar más información sobre el compositor y la obra, especialmente cuando detrás hay una interesante historia como las que nos cuenta Martin LLade en Sinfonía de la mañana (recopilados en Inma.pacozone.com).
A partir de este momento debe tener presente:
Los gustos musicales son profundamente individuales.
La música que le apasiona puede no gustarle a otros.
La música que los “expertos” piensan que es la mejor puede no ser la “mejor.
Hay composiciones de un valor musical innegable que no son de nuestro gusto. No es una falta de cultura. Siempre hay otras y de ese mismo compositor que nos enternecen hasta las lágrimas. Con la madurez musical que da el tiempo llegaremos a valorarlas.
La mejor es posiblemente la que mas le haya llegado a su gusto y a su corazón.
Hay infinidad de autores clásicos y modernos de un enorme valor musical que pueden proporcionarnos tanto o mas placer que los autores más populares.
Puede consultar con los amigos y expertos pero no tenga miedo seguir sus propios instintos musicales.
¿Cómo progresamos en la apreciación musical?
Escuchando, escuchando.
Estudiando videos (en tv o por internet) para escuchar las secciones de la orquesta y los instrumentos mientras no podamos ir a una sala de conciertos, que es una experiencia insustituible (es la experiencia).
Intercambiando impresiones y apreciaciones con las amistades de nuestro grupo musical.
Cotejando mis apreciaciones estéticas. Después de ver los conciertos, opera, ballets y otros, que ofrece la televisión pública norteamericana o el canal de internet Great Performances, leopor internet las rigurosas reseñas de los críticos de The New York Times, y los comentarios de sus lectores. Así voy ganando confianza y aprendiendo.
Escuchando con mente abierta por internet mucho Canal Clásico de Radio Nacional de España.
En Música a la carta, el programa que hacen los oyentes, descubra tesoros. Son escuchas verdaderamente exquisitos que cubre un amplio espectro de gustos:
Desde música antigua (Yo soy la locura con la soprano Raquel Andueza y La Galanía) a lo contemporáneo (Benedictus y Palladio de Karl Jenkins). Cada obra solicitada y complacida va acompañada de un breve pero enriquecedor comentario.
Descubra en Café Zimmermann un dueto de contratenores; de Giovanni Bononcini Se l’idolo che adoro con Philippe Jaroussky y Max Emanuel Cenčić.
Desentrañe en Dos por cuatro los misterios del tango, escuche música de tradición oral en La riproposta, mientras su alfombra voladora toma Rumbo al Este, o simplemente siga Las opiniones de un payaso, y un inmenso etcétera (Vea la programación clásica de rtve.es).
Recuerde la música es Ud. …. su libertad para elegir es absoluta…..
La celesta es un instrumento de percusión, parecido a un pequeño piano vertical, con un conjunto de barras de acero afinadas golpeadas por martillos, que a su vez, son controlados por un teclado como un piano. Se parece un poco a un piano vertical. Rangos: 4 octavas (Do-Do4 ) • 5 octavas (Do-Do5) • 5 octavas y ½ (Do-Fa5)
En 1891, de camino a New York para la inauguración del Carnegie Hall, Tchaikovsky permaneció en París para visitar a Víctor Mustel y familiarizarse con la celesta. El compositor quedó fascinado con el estupendo sonido de la celesta y ordenó al instante un instrumento. La utilizó por primera vez en su poema sinfónico El Voyevoda, estrenada en noviembre de 1891. Al año siguiente, utilizó la celesta en su ballet El Cascanueces, tiene un solo en la Danza del Hada de las Ciruelas de Azúcar.
La celesta es un instrumento de percusión orquestal parecido a un pequeño piano vertical, no tiene cuerdas como el piano ni electrónica como el teclado. Consiste en una serie de pequeñas barras de metal (y por lo tanto es un metalófono) con un teclado y una acción de piano simplificada en la que pequeños martillos de fieltro golpean las barras. Cada barra es resonada por una caja de madera o cámara similar afinada para reforzar el armónico fundamental (tono de componente) de la barra. Un pedal levanta un amortiguador de fieltro de las barras, permitiendo el uso de notas cortas o sostenidas.
La celesta es especialmente eficaz en combinación con arpas, apoyada por los acordes suaves de la madera. Normalmente se trata como un instrumento de transposición, la parte celesta se escribe una octava por debajo del sonido real.
La celesta sigue siendo muy utilizada hoy en día, sobre todo en orquestas, pero también se está haciendo cada vez más popular en la música pop y cinematográfica. Tiene una doble naturaleza, ya que pertenece a la sección de percusión, teniendo en cuenta la mecánica de la producción sonora, y a la de instrumentos de teclado, teniendo en cuenta la forma de tocar el instrumento. Por lo tanto, suele ser tocada por un pianista. Ernest Chausson utilizó la celesta por primera vez en un ambiente de música de cámara en 1888 en su música escénica «La Tempête».
Los compositoresfranceses y rusos fueron los primeros en utilizar este instrumento dentro de la orquesta sinfónica. Célebres son los ejemplos que encontramos en obras como El aprendiz de brujo de Paul Dukas; Ma Mère l’Oye, Rapsodia Española y en Dafnis y Cloe, de Ravel; Romeo y Julieta de Prokófiev; Ottorino Respighi en Pinos de Roma, Arias y danzas antiguas, Los pájaros. Richard Strauss en El caballero de la rosa, Ariadna en Naxos, Salomé, Sinfonía Alpina. Stravinsky en El pájaro de fuego, y la Suite de Petrushka. Béla Bartók en su Música para cuerdas, percusión y celesta, y El Mandarín Maravilloso. Gustav Holst en Los planetas (en el movimiento dedicado a Neptuno). Además es uno de los instrumentos favoritos del compositor de música de cine John Williams. Gustav Mahler utilizó la celesta en sus Sinfonías 6ª y 8ª Sinfonía y en El canto de la tierra.
“El título de esta obra sinfónica encuentra su explicación en que algunos instrumentos o grupo de instrumentos están tratados como instrumentos concertantes o como instrumentos solistas. El tratamiento instrumental virtuoso aparece por ejemplo en las partes de fugato en el desarrollo del primer movimiento (instrumentos de metal) o en aquellos pasajes del tema principal del último movimiento que parecen tener una evolución perpetua, que no se detiene (instrumentos de cuerda), pero de forma especial en el segundo movimiento, allí donde los instrumentos suenan por pares sucesivos y nos ofrecen pasajes luminosos”. “Exceptuando el segundo movimiento, con su aire de scherzo, la obra se fundamenta sobre ese paso escalonado de la seriedad del primer movimiento y la canción del lamento del tercero a la afirmación de la vida del final”.
La obra está estructurada en cinco movimientos, escrita de manera simétrica en torno a la elegía del tercer movimiento así:
Introduzione. Andante non troppo – Allegro vivace En forma sonata y de construcción simétrica, este movimiento se define a partir de dos temas de carácter contrastante y un tema adicional protagónico en la sección central. El tratamiento de este movimiento es motívico construido básicamente en sistema cuartal y pentatónico.
Giuoco delle coppie. Allegretto scherzando Este movimiento de construcción simétrica tiene 5 partes y se caracteriza en sus dos primeras y dos últimas secciones por el protagonismo de parejas de instrumentos análogos y separados por intervalos paralelos diferentes según su especie así: sexta entre Fagotes, tercera entre oboes, séptima entre clarinetes, quinta entre flautas, y segunda entre trompetas. La sección central es un coral en la sección de metales y el redoblante acompaña en modestas intervenciones con ritmo de marcha, todo el movimiento.
Elegía. Andante non troppo — Es la sección central de la obra, consta de tres partes cuyas primera y tercera sirven de marco a la segunda que canta un tema húngaro semejante al tema de la introducción del primer movimiento pero esta vez ampliado en sus dimensiones de forma y sonoridad, el carácter de este movimiento alude a la música nocturna de Bartok y las atmosferas y colores tienen estrecha relación con la introducción. Su forma es simétrica.
Intermezzo interrotto. Allegretto — Su nombre se debe a la irrupción de una sección central que rompe el ambiente pastoral de la primera sección. Una teoría alude este hecho a la parodia que Bartok hace del tema «Da geh’ ich zu Maxim» de la ópera La Viuda Alegre de Franz Lehar. Otra, considera que es una burla directa a manera de carcajada del tema de la marcha de la sinfonía 7 de Shostakovich. Este movimiento es de forma simétrica y su sección inicial como la final son de ambiente pastoral, muy tranquilo, a manera de canción y con expresivos solos construidos sobre amalgamas rítmicas y melodías pentatónicas y modales.
Finale. Pesante – Presto — Sucesión de episodios de extremo folclorismo y virtuosos pasajes en donde el tutti orquestal despliega sus más grandes y hábiles sonoridades. Construido en forma sonata este movimiento está caracterizado por contrastes entre sus secciones, pomposas y de enérgico ímpetu con las más tranquilas, líricas y cantábiles. Está definido por un tema de carácter puramente húngaro que se somete a inversiones, transformaciones y tratamiento fugado y que se hace claramente presente después de una extensa y enérgica preparación.
La zarzuela tiene una larga tradición latinoamericana. Nuestro segundo himno nacional, Alma Llanera, proviene de la zarzuela homónima (1914) con música de Pedro Elías Gutiérrez y libreto de Rafael Bolívar Coronado. El cóndor pasa (1913) es una zarzuela peruana compuesta por el peruano Daniel Alomía Robles con libreto de Juan de la Paz. Cecilia Valdés es una zarzuela cubana (1932) con música de Gonzalo Roig y libreto de Agustín Rodríguez y José Sánchez Arcilla.
El Teatro Nacional fue durante muchos años el templo de la zarzuela venezolana en las temporadas de reconocidas compañía españolas. Artistas como Alfredo Kraus y su hermano Francisco, Monserrat Caballé, Plácido Domingo — y muchos años antes sus padres— entre otros, fueron ovacionados allí.
La zarzuela o género lírico, como también se le conoce, es una verdadera fiesta participativa. Los viernes en las tardes, al salir del liceo, los diferentes grupos de estudiantes se encaminaban hacia el Teatro Nacional. Cantábamos las romanzas como la Marcha de la Amistad, de Los Gavilanes con ayuda de un desplegable sobre el escenario. También la considerábamos participativa por la oportunas y atildadas “morcillas”, como se conocen los chistes improvisados sobre la cotidianidad ciudadana y la situación política del momento del país o ciudad anfitrión.
Mis hijos disfrutaron por igual los domingos en el Aula Magna de la UCV al Grupo Chichón, como a la Sinfónica con Pedro y el Lobo . La zarzuela en el Teatro Nacional fue, obviamente, con La corte de Faraón y Las Leandras.
Ser amante de la zarzuela nunca estuvo reñido con otros géneros musicales, sea la llamada música académica (sinfónica, vocal, coral) u otros géneros ( tango, flamenco, fado, folclórica, etc.) .
En los grupos de apoyo a la zarzuela convivíamos wagnerianos, verdianos, etc., y nuestro siempre recordado Pololo fue el mejor ejemplo de unificación de los diferentes yoes musicales armonizados.
Cuando sienta la necesidad de subir su estado de ánimo, escuche zarzuelas, sintonice en www.rtve. es Radio Clásica y busque el programa La zarzuela. Los mismos resultados anímicos se consiguen con la alternativa académica de las oberturas de Beethoven. Póngalo a prueba.
Al iniciar mi bachillerato los programas de radio fueron y siguen siendo, al día de hoy, el pilar fundamental de mi formación autodidacta de oyente de música. Digo música porque abarca todos los géneros, como detallaré próximamente.
En primer lugar, Radio Nacional de Venezuela, que oportunamente dirigió María Teresa Weissacher, tratando de detener su destrucción de la barbarie indetenible desde 1999. También en esta estación escuchábamos Tesoros del Archivo de Rafael Sylva.
En Radio Capital, los programas eran Fantasías Dominicales, de Reynaldo Espinoza Hernández, que se iniciaba con los primeros acordes del concierto “Emperador” de Beethoven y, —premonitoriamente— con las palabras de Lorenzo en el acto V de El mercader de Venecia : «El hombre que en su interior no tiene música ni llega a conmoverse con acordes de armoniosos sonidos, es capaz de traición, de engaños y rapiñas; los instintos de su espíritu son lóbregos como la noche, y sus sentimientos, tenebrosos como el Érebo. No confiéis jamás de un hombre así. Que se detenga ante la música«.
Luego, el programa Monte Sacro a cargo del profesor Corrado Galzio, “un tachirense nacido en Sicilia” y Esta tierra mía producido y presentado por Adolfo Martínez Alcalá, para descubrir entre otros, los galerones cantados por Benito Quirós. Todos y cada uno de estos programas ameritan una crónica detallada que el lector podrá suplir buscando por sí mismo la información en internet. Para amar algo es necesario acercarse y conocerlo. Es una etapa en la que se escucha mucho, sin prejuicios, para conocer obras y compositores. Poco a poco se opera el milagro de reconocer las melodías ya escuchadas, e ir decantando gusto por épocas y estilos de la música clásica. Compatible con los tiempos de internet, próximamente entregaremos una lista —que no listado— de obras con las cuales comenzar.
«La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido«.
El libro de la risa y el olvido, 1978—Milan Kundera
Los libros. Recuerdo mi bachillerato como una de las etapas más felices de mi vida. Es el despertar de las emociones en un adolescente y el descubrimiento de la cultura en todas sus facetas. Magníficas personas y mejores profesores los del Liceo Rafael Urdaneta —su antigua sede de Manduca a Ferrenquin fue convertida en 1967 en una unidad educativa—. Embelesamiento con las clases de matemáticas. Editábamos un mural de astronomía llamado Sidereus Nuncius y muchas amistades de esa época todavía me recuerdan con el pseudónimo de Selenita. La profesora Beatriz Denis de Brito me descubre la literatura. Desde esa época adquirí el hábito de tomar nota de todo, y por el placer de la tarea, además de leer el libro completo, hacia unos análisis escritos de las lecturas asignadas que compartia con todo el salón.
Como paralelamente continuaba aprendiendo a escucharmúsica, tuve una verdadera epifanía leyendo el poema del Niágara de Pérez Bonalde y la transición del tercer al cuarto movimiento de la quinta Sinfonía de Beethoven. Los invito a repetir la experiencia. Desde entonces música, literatura y todas las artes en general, nunca más se han separado en mí.
Las lecturas las hacíamos usando el carnet de préstamo circulante de la Biblioteca Nacional, en su antigua sede del Palacio de las Academias. Además de la literatura, empezamos a leer biografías de músicos y sobre análisis musical. Impercedero en mi memoria un libro fundamental, Como escuchar un concierto, de Jorge D’ Urbano. Al mencionárselo en una de sus clases a Pololo, tuve la alegría e inmensa fortuna de que me lo prestara, él también lo consideraba fundamental. El rescate de la biblioteca de Pololo es una tarea pendiente para los próximos años; contiene verdaderos tesoros.
La sala de conciertos. Se completa la tríada de la autoformación del amante de la música con la asistencia a espectáculos en vivo, una sala de concierto o de teatro.
En el liceo, uno de mis condiscípulos, Gerardo Réquiz, se jactaba porque estudiaba violín, y mencionaba a menudo los conciertos de los domingos en el Teatro Municipal. Al principio estaba temeroso de ir porque pensaba que se requería ir formalmente, de flux, y desconocía la etiqueta, como eso de cuando aplaudir.
Finalmente me atreví, y lo primero que me impresionó gratamente y me enganchó, fue la elegancia y la belleza de las muchachas acompañadas de sus parientes. Lo de la etiqueta lo resolví no precipitándome. Observaba y hacia lo de los demás, que aplaudían al final de la ejecución de la totalidad de la obra. Además se nos entregaba un programa con toda la información de las obras, sus partes o movimientos, y el orden en que serian interpretadas. Muy agradecido de Gerardo.
No hay comparación entre el sonido en una sala de concierto y la reproducción en radio o equipos de gran fidelidad. Esa sensación que te recorre el espinazo al escuchar la música en vivo no tiene comparación. Entre las obras que recuerdo haber producido en mí esa sensación corporal está la marcha de los soldados romanos por la Via Appia, en Los pinos de Roma, de Ottorino Respighi, y el final de la suite de El pájaro de fuego, cuando se destruye el palacio. Eso de que la orquesta va de un sonido casi inaudible a un crescendo que llena toda la sala es un goce indescriptible. Igual sucede con La consagración de la primavera o el Bolero.
Una experiencia distinta, pero también gozosa porque era la unión de la poesía con la música, fueron los conciertos en el Ateneo de Caracas. Sentados en el piso escuchamos a Paco Ibañez cantar A Galopar, de Rafael Alberti, Como tu pequeña piedra, de León Felipe, entre otros. Cuando tuve oportunidad de ir a México por un curso de postgrado en la UNAM , compraba en las librerías alrededor del Zócalo, todo lo publicado de León Felipe.
Volviendo a la música sinfónica, hice un curso de postgrado en la apreciación musical, asistiendo a los ensayos de la sinfónica en el Aula Magna de la UCV. Trabajaba en el Investi mientras estudiaba de noche en la Universidad Santa María. Sacrificaba la hora del almuerzo, degustando los ensayos del concierto que se celebraría el domingo. Aprendí muchísimo. Algunas obras las conocía y otras no. Me quedó el gusto por ver los documentales y películas con los ensayos de directores.
Importante: En los ensayos y en algunos momentos del concierto hay que mirar al director, pero en la mayoría de los casos, para evitar distracciones (como algunos impresionantes brincos del maestro Estévez) prefería cerrar los ojos para ayudar a agudizar mis oídos.
También recuerdo algunas decepciones. Después que Caldera allanara la UCV y perdiera el trabajo en el Investi, me desempeñé como almacenista en Viola & Cia. A veces estaba frente al mostrador para interactuar con los clientes, que eran técnicos en TV, radio y similares. Un día atendí a los hermanos González, músicos de la sinfónica que redondeaban sus ingresos reparando televisores. En la interacción técnica deje colar que uno de mis compositores favoritos era Brahms, a lo que me respondieron ¡qué aburrido! Desde ese momento comprendí que no todos los músicos lo eran por verdadera vocación, ni que todos están compenetrados con la naturaleza de las obras que tocan.
Más adelante, tuve oportunidad de conversar al respecto con el profesor Daniel Salas Jiménez, a quien conocía como maestro de ceremonia de los conciertos en el Aula Magna. Como docente en el Conservatorio de Música Simón Bolívar en el callejón Sanabria de la Urb. El Paraíso, estaba empeñado en que sus estudiantes leyeran sobre las obras que preparaban, que supieran quien fue Shakespeare, por ejemplo, de manera de pasar de ejecutantes mecánicos de sus instrumentos a ser artistas, que dan y transmiten contenido y sentido a las obras que preparaban.
Después de escuchar música en radio o en televisión y de leer sobre música y músicos, es muy importante consolidar lo alcanzado asistiendo a salas de conciertos. Es como poner en práctica toda la teoría aprendida. Hay que aprender a sacarle provecho al programa que nos entregan al llegar a la sala, y coleccionarlo, tanto como recuerdo de lo escuchado, como por la valiosa información que contiene y a la cual hay que volver. Más que centrar la atención en los gestos del director, ponerla en los instrumentos a medida que intervienen.