Camille SAINT-SÄENS. A 100 años de su fallecimiento

Un verdadero hombre del Renacimiento, Reidar era un serio estudioso de la música clásica. Durante nueve años fue un popular locutor de fin de semana para KUAT FM, la estación de radio de música clásica de Tucson. Como mecenas apasionado de las artes, disfrutaba especialmente de la Orquesta Sinfónica de Tucson y de asistir a conciertos de orquesta dondequiera que sus viajes lo llevaran en el mundo. De acuerdo con los deseos de Reidar, no habrá servicio, pero se pueden hacer contribuciones a la Orquesta Sinfónica de Tucson o la Sociedad Protectora de Animales del Sur de Arizona.

Saint-Saëns' Third Symphony, “With Organ”: Scaling the Summit – The  Listeners' Club

Camille Saint-Saëns

París, 9 de octubre de 1835 – Argel, 16 de diciembre de 1921

Escribir esta reseña me retrotrae a mis inicios de oyente de música “clásica”, cuando combinaba mis escuchas del canal clásico de Radio Nacional de Venezuela con las visitas a la Biblioteca Nacional, en su sede entre las esquinas de San Francisco y La Bolsa, donde leíamos biografías de músicos y música en general  uno de cuyos tesoros es Cómo escuchar un concierto, de Jorge D’ Urbano (editorial Atlántida 4ta. edición, 1959, 242 páginas), que años despuês me volvió a facilitar Pololo.

Para preparar esta semblanza de Camille Saint-Saëns usamos Wikipedia, entre otras ayudas. Todavía se discute la obra del compositor (ver el blog Foroclasico). En el curso de Pololo sobre el poema sinfónico, escuchamos algunos de los compuestos por Saint-Saëns.

Recomendamos escuchar en el Canal Clásico de RNE :

Sinfonía de la mañana El retiro de Saint-Saëns, del 2/12/2021 por Martin Llade.

Temas de música. 8 programas de Arnold Febre, del 30/5/al 27/06/2021.

Grandes ciclos, del 1/10 al 24/12/2021, 58 programas de María del Ser.

Música y significado por Luis Ángel de Benito: La 3ª Sinfonía de Saint-Saëns 17/04/2011 

Gran Repertorio. Saint-Säens. Carnaval de los animales, 10/03/2019 y Danza macabra 15/08/21 presentado por Daniel Quirós. 

Solo piano. De Bach a Offenbach: Concierto nº 2 de Saint Saens, 13/09/20 Según Miriam Bastos la obra  comienza citando a J. S. Bach  y termina con Offenbach. 

Saint-Saëns fue un intelectual multifacético. Desde pequeño se dedicó al estudio de la geología, la arqueología, la botánica y la entomología, específicamente la rama de los lepidópteros. Fue también un excelente matemático. Además de la actividad musical como compositor, intérprete y crítico, se dedicó a las más variadas disciplinas, se entretuvo en discusiones con los mejores científicos europeos y escribió doctos artículos sobre acústica, ciencias ocultas, escenografía teatral en la Roma Antigua e instrumentos antiguos. Fue miembro de la Sociedad Astronómica de Francia, poseía un telescopio y organizaba sus conciertos de tal modo que coincidieran con algunos acontecimientos astronómicos (como eclipses solares). Asimismo escribió una obra filosófica, Problemas y misterios, un volumen de poesía, Rimes familières, y la comedia La crampe des écrivains.  La larga vida de Camille Saint-Saëns atravesó todo el período romántico; fue uno de los protagonistas de la segunda fase de este movimiento y asistió a su declive en pleno siglo XX. Fue un incansable viajero que conoció casi toda Europa, Escandinavia, América del Sur —Argentina y Uruguay-, la isla de Ceilán (en el sur de la India), Saigón (en Indochina) y el Lejano Oriente.

Entre 1860 y 1917 escribió música para la escena. En 1861 conoció a Richard Wagner cuando actuaba como pianista en la Ópera de París en una presentación de Tannhäuser. Saint-Saëns defendió con ahínco su música — en especial Tannhäuser y Lohengrin—, y también la de Schumann, contra la opinión generalizada de la Sociedad del Conservatorio.

En 1873 organizó y dirigió en París un concierto dedicado exclusivamente a obras de Liszt, y fue el primero en estrenar en Francia sus Poemas sinfónicos. En 1871, fue el primer compositor francés en escribir uno: La rueca de Onfalia. Más tarde le siguieron otros poemas: Phaéton (1873), La danza macabra (1874) y La juventud de Hércules (1877).

Hay que recordar sus largas estancias en Gran Canaria Camille Saint-Saëns. En su primera recalada (diciembre de 1889 a abril de 1890 de 1890) llega de incógnito y se ofrece para tocar los timbales en la Orquesta Filarmónica, aunque pronto es descubierto debido a sus conocimientos de música y gracias a la prensa que publicó una foto suya, muy preocupados por su desaparición. Constancia de su total  integración en la vida social y cultural de Gran Canaria, en sus siete viajes, es que en cada uno ellos estrenó sus piezas para piano como el Vals Canariote y Campanas de Las Palmas; compuso Déjanire, una monumental obra que exige no menos de 200 cantantes, 18 arpas, 25 trompetas y más de 100 instrumentistas de cuerda. Inauguró el órgano de los claretianos, tocó el órgano de la Catedral, estrenó su Sonata de violín y piano, acompañando al gran violinista grancanario José de Avellaneda; realizó varios conciertos a beneficio del Hospital de San José y de la Filarmónica, donde se hizo acreedor al reconocimiento de la entidad, que le nombró Presidente de Honor; también el Ayuntamiento le otorgó el título de Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria. Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria.

Como recoge Nicolás Díaz-Saavedra (www.revistacanarii.com)  Saint-Saëns se sentía feliz en Las Palmas de Gran Canaria; el propio músico escribe a un amigo: 

«He encontrado de nuevo la dulzura del aire, las pequeñas casas rojas, azules, amarillas, que uno diría están hechas para ser alineadas por niños en una mesa, las chicas guapas con faldas claras, la cabeza y el pecho cubiertos por la virginal mantilla de lana blanca, fina y ligera, ¡ah la tranquilidad, la divina tranquilidad! Me han acogido con toda cordialidad, verdaderamente conmovedor por su sinceridad evidente».

En el invierno de 1891 estuvo en Ceilán (actual Sri Lanka), y allí revisó su ópera  Proserpina. Volvió a Egipto y encontró El Cairo muy placentero, permaneció allí una larga temporada y escribió África, una fantasía para piano. A causa de sus giras de concierto, viajaba frecuentemente y comenzó a escribir una serie de artículos de recuerdos para La Revue bleue. Conoció casi toda Europa, Escandinavia, América del Sur – Argentina y Uruguay-, la isla de Ceilán (en el sur de la India), Saigón (en Indochina) y el Lejano Oriente.

A partir de 1894, supervisó la edición completa de las obras de Jean-Philippe Rameau para la editorial Durand. 

En la inauguración de la Exposición Universal de París (1900) se estrenó Le feu céleste (El fuego celeste), una cantata que festeja la electricidad y que muestra el interés que Saint-Saëns, con 65 años, aún conservaba por todas las cosas que sucedían a su alrededor, y en especial, por los avances científicos.

El 8 de febrero de 1903, Sarah Bernhardt bailó Andromaque, ballet con música que ella le solicitara. En 1905 Saint-Saëns permitió al coreógrafo ruso Michel Fokine usar Le cygne (El cisne de El carnaval de los animales) para el espectáculo de Anna Pávlova.  La muerte del cisne, sería el comienzo de la carrera de la bailarina y uno de sus más afamados ballets.

Saint-Saëns estuvo dos veces en el Río de la Plata. En 1904, invitado por el gobierno, dio una serie de conciertos de órgano en la Iglesia de la Merced (Buenos Aires) y audiciones de música de cámara, con un inmenso éxito, en el porteño Teatro Odeón, en los teatros Rivera Indarte y Argentino (ambos de la ciudad de Córdoba) y en el Palacio de la Música de Montevideo. De su paso por la capital uruguaya ha quedado como insólito recuerdo el manuscrito de un himno compuesto por encargo del Partido Colorado. Doce años más tarde,entre mayo y junio de 1916 dirigió en el Teatro Colón las seis primeras representaciones en francés de Sansón y Dalila y, en un concierto celebrado el 7 de julio, el primer acto de la misma ópera, el poema sinfónico La juventud de Hércules (1877), la música de escena para el drama de Brieux, La fe (1909), y fragmentos de su ópera Enrique VIII (1883). 

El compositor Arturo Luzzatti narra cómo, en plena guerra mundial y con todas las precauciones del caso (ensayos de salvamento, etc.), él viajó desde Génova en el vapor Tomaso di Savoia junto con el Saint-Saëns y el elenco de Sansón y Dalila  (la mezzosoprano Jacqueline Royer, el tenor Lafitte y el bajo Marcel Journet), así como Titta Ruffo, Ninón Vallin, Armand Crabbé, Rosa Raisa y otras luminarias de la lírica que intervendrían en la temporada del Colón.

En 1908, fue el primer compositor de renombre en escribir para el cine. Compuso la música para L’assassinat du duc de Guise (El asesinato del duque de Guisa), película de André Calmettes y de Charles Le Bargy, que hoy se cita sólo por la música.

En 1908, Saint-Saëns visitó los Estados Unidos para ofrecer recitales en las ciudades más importantes. En vísperas de la Primera Guerra Mundial compone el oratorio The Promised Land para ser interpretado en la Catedral de Gloucester. El conflicto bélico no evitó que Saint-Saëns retornase a los EEUU con motivo de la Exposición de San Francisco, ciudad en donde compuso Cyprès et Lauriers para celebrar la victoria de los aliados. A su regreso de tierras americanas, Saint-Saëns viajó hasta Argelia y luego a Grecia, donde dirigió algunos festivales al pie de la Acrópolis.  

Saint-Saëns que inició su carrera de compositor como un innovador y  personificación de la modernidad artística en las décadas de 1850 y 1860, se transformó en un personaje reaccionario; es sabido que el 29 de mayo de 1913 abandonó la sala donde se estrenaba La consagración de la primavera, de Ígor Stravinski, enfurecido, por el uso innovador del fagot (según él, inapropiado) en los compases iniciales de la obra.

Sus interpretaciones de Mozart provocaron la emoción de Marcel Proust, quien lo admiró y siguiendo los consejos de su amigo Reynaldo Hahn,  haría de él el personaje de Vinteuil en su obra Un amor de Swann  publicada en 1913.

Saint-Saëns parte para Argel en 1921 buscando el calor que tanto le beneficiaba. Allí falleció víctima de sus afecciones pulmonares a los 86 años, en el Hôtel de l’Oasis, de Argel, en un día que pasó apaciblemente y en el que trabajó un poco e incluso cantó algunas arias de Verdi. Sus restos mortales se trasladaron a París.

Obras más conocidas

De sus 12 óperas el aria “Mon coeur s’ouvre a ta voix.”

De sus 5 conciertos para piano, el No. 2 en sol menor, Op. 22 (Ver en Youtube  

RTVE Orchestra  Soloist Alexandеr Malofeev  Conductor George Pehlivanian 

Madrid, Teatro Monumental Temporada 2020-2021, del dia 23/10/2020)

Oberturas y otras obras orquestales Introducción y rondó caprichoso Op. 22, Bacanal de Samson y Dalila Op 47.

De los 2 conciertos para violoncelo el No.1 mas melódico y el No.2 mas técnico.  

De sus 5 sinfonías, la No. 3 para órgano

De los 3 conciertos para violín el No. 3

De obras para solista y orquesta, El carnaval de los animales

Menos conocidas

Un Réquiem, sus obras de cámara y música coral. En RNE Clásica en su programa Armonías vocales, Javier  Corcuera  presentó el 11/12/2021 algunas piezas corales. 

GUĺA DE  ESCUCHA

Saint-Saëns  Concierto N° 2 para piano y orquesta en sol menor, Opus 22

La obra tiene tres movimientos y presenta la singularidad de que el movimiento lento es el primero y no el segundo.

Andante sostenuto:  Larga introducción del piano solo con reminiscencias barrocas. La orquesta hace su aparición en el minuto 1:29 con sonoros acordes; luego el piano canta el tranquilo y melancólico primer tema (2:03); se inicia un diálogo con la orquesta. Un segundo tema aparece en 4:05, presentado por el piano y la orquesta. En 8:10 el solista inicia una larga cadenza hasta que en 10:38 se incorpora la orquesta, acompañando al piano de un modo acallado y misterioso para, inesperadamente, avanzar hacia un clímax en 12:42. Dos secos acordes en fortissimo cierran el movimiento.

Allegro scherzando: 13:06  Como ya se dijo, en vez del típico adagio, como segundo movimiento tenemos un scherzo. En la tonalidad de mi bemol, los dos temas que lo conforman son alegres e ingeniosos. Primer tema: 13:10. Rapidísimas escalas octavadas del piano conducen al segundo tema, sin más preámbulos, en 14:20. Se retoma el primer tema en 15:30, ahora en tonalidad menor. Primer y segundo tema se alternan antes de conducir a un cierre sencillo, parco y elegante.

Presto: 19:34  La pieza vuelve a la tonalidad inicial, sol menor. El movimiento es enteramente una frenética tarantela. Terriblemente rápido, termina con un tumultuoso finale arpegiado de piano y orquesta. No caben dudas de que Saint-Saëns sabía cómo darle término a un concierto y, como dijo Berlioz, debió haber sido además un pianista fulminante.

La versión es de Arthur Rubinstein acompañado por la London Symphony Orchestra dirigida por Pierre Boulez.

Concierto para piano en Sol mayor Op. 58 – L V Beethoven

La música clásica tuvo siempre un lugar en mi vida estudiantil. El trayecto diario de 22 km de la casa familiar hasta la universidad Simón Bolívar solía ser propicio para apelar a mis cassettes de música clásica. Vale aclarar que las veces que no eran escuchados contaba con pasajeros que en lugar de agradecer la cola exigían que no colocara lo que ellos consideraban música pavosa o música de funerales.

En esos casos, Led Zeppelin, Jimmi Hendrix, Pink Floyd o La Dimensión Latina amenizaban la ruta. Sin embargo, los viajes en solitario estuvieron impregnados de este peculiar sonido. Era intrigante experimentar el curioso ramillete de emociones que esa música, misteriosamente, inspiraba.

El repertorio no era extenso, solo contaba con Tchaikovsky — El Lago de los Cisnes, la Overture 1812, el Concierto para violin, el Capriccio español —y Beethoven. De la limitadísima selección de la música de Ludwig Van Beethoven recuerdo en especial, la Sinfonía No. 6 — Pastoral—y el Concierto No. 4 para piano y orquesta en Sol mayor, Op. 58.

La Pastoral desencadenaba emociones difíciles de reconocer. Con la ausencia total de conocimientos que permitieran concientizar la grandeza de la obra, escucharla resultaba placentero, y el trayecto, más corto.

Por alguna misteriosa razón, sus melodías inspiraban una suerte de euforia que me predisponían para percibir la belleza que me rodeaba e insuflarme un bienestar especial. Una alegría literalmente mágica e inexplicable.

La exposición y mi reacción a la música de Beethoven en ese momento fue absolutamente instintiva. Desconocía la obra y el personaje que tan particular influencia ejercía sobre mi estado de ánimo. El tiempo en ese entonces estaba monopolizado por las prioridades típicas de un estudiante de ingeniería electrónica en la USB: Las que dictaban las hormonas y la exigencia académica.

La primera vez que me percaté de estar ante una extraordinaria obra maestra y concientizar la genialidad sobrenatural de Beethoven, fue con el Concierto No. 4. Esta obra de mi reducido repertorio la escuchaba con frecuencia. La conocía “de memoria” pudiendo anticipar sus temas y melodías.

No pretendo—ni tengo capacidad— para analizar una obra musical con algún grado de competencia, aunque si puedo expresar las emociones que inspiró y la significación de ese momento de consustanciación que aún provoca en mí su segundo movimiento.

Con las materias propias de ingeniería estábamos obligados a cursar algunas ¨humanisticas¨, por lo que decidí elegir Fundamentos de Filosofia. Los métodos de aproximación a la verdad inherente a los Diálogos Socráticos llamaron poderosamente mi atención. En ellos, los participantes realizaban exposiciones alternas, apelando siempre a la razón con base en preguntas cada vez más precisas, llegando a una conclusión y convencimiento mutuos sobre el tema en cuestion. Varios diálogos captaron mi imaginación y me maravilló la manera tan eficiente y civilizada de interactuar. Un diálogo en particular —Menon, en el cual se explora la esencia de la virtud, fue leído en clase y “puesto en escena” para deleite de los asistentes.

En camino a casa y por mera casualidad, comienza a sonar el concierto. En la medida que se inicia el intercambio entre el piano y la orquesta, se exponen los temas y el desarrollo, me percato de la semejanza con un Diálogo y simultáneamente mi imaginación se transporta y se integra en una conversación con un lenguaje sobrenatural que desconozco, pero que súbitamente comprendo! Lo entiendo porque me hace sentir, escuchar y palpar la intención noble y hermosa de los dialogantes.

En el segundo y tercer movimento percibí con claridad un hermosísimo diálogo. Por un lado, la soberbia, el orgullo y el despotismo y por el otro, la razón. El planteamiento insolente y limitado de la orquesta es respondido y sometido con sabiduría, belleza y coraje por el piano, llevando el desarrollo a un éxtasis, no de la victoria de la razón sino la celebración de la ¨conversión¨de los antivalores y su cara a la luz.

La experiencia de esa tarde me estimuló a aprender y conocer más sobre la música y el hombre que tan extraordinario poder había revelado. Desde entonces y desde la perspectiva del aficionado ignorante de teoría musical, he leído y estudiado sobre Beethoven hasta convertirme en un auténtico admirador de este gigante de la humanidad. Estoy seguro que acompaño a muchos ciudadanos del planeta en considerar a este hombre el más grande genio musical de la historia y probablemente, el ser humano más auténtico, honesto y valiente que haya existido.

El gusto por la música comenzó en la escuela

Mis primeros recuerdos de una escucha consciente de música académica son los de la escuela primaria, en el Grupo Escolar “Francisco Pimentel” en Caracas. Periódicamente nos llevaban a la biblioteca, nos sentaban frente a una mesa donde había una nota escrita a máquina de no más de 15 líneas con el nombre de la obra y del compositor y una breve descripción de lo que escucharíamos.

Leíamos en voz baja luego escuchábamos la obra seleccionada. Todavía recuerdo esa primera vez, La marcha eslava de Peter Tchaikovsky y Las Sílfides de Frédéric Chopin.

Adaptándose a los recursos audiovisuales actuales disponibles en las escuelas es un modelo a seguir. Con la salvedad de que primero sea el sonido, sin imágenes que distraigan y después opcionalmente, las imágenes del video para complementar con la identificación de los instrumentos a medida que la obra avance.


Discusión musical.

Después de las clases en el colegio visitábamos el taller del padre de Carlos Díaz, fabricante de jaulas y otros productos de alambre mediante una electrosoldadora de punto. El taller quedaba cruzando la calle sobre la Avenida Oeste 6.

Una vez Carlos y yo nos enfrascamos en una vehemente pero amigable disputa, propia de egos preadolescentes, sobre el nombre formal de una pieza. Después supe que era la Danza Macabra compuesta por Camille Saint-Saëns. Ambos la habíamos escuchado fuera del ámbito de la biblioteca pero no nos poníamos de acuerdo en el título.

Las experiencias musicales en la biblioteca de la escuela habían dado sus frutos, al lograr motivar a dos jóvenes a seguir escuchando música académica por sus propios medios. Y supongo, sin temor a equivocarme, que no fuimos los únicos. La escuela primaria dejó una profunda huella en mi vida. Tuve maestros excepcionales.


Mi primer Mahler y Prokofiev.

Otra de las amistades de la escuela fue con Clemente Britto. Me invitaba a su casa, de Sordo a Tablitas parroquia de Santa Rosalía, donde su tío tenía su clínica odontológica. Siempre me han gustado los perros y allí conocí a Killer, un amigable boxer. Su hermano mayor —el escritor Luis Britto García— escuchaba música clásica en discos de vinilo. Así fue como escuché algunas de las sinfonías de Mahler y la cantata Alexander Nevsky de Prokofiev, la cual vería en el cine como contaré más adelante.

Por navidades, Clemente y Luis me regalaron un longplay con la Novena Sinfonía de Beethoven. La carátula del disco eran ángeles de la Sixtina tocando trompeta.
A la luz de estas experiencias resulta muy importante en la consolidación de la escucha musical, que las obras sean afines a la sensibilidad y edad del escucha. En mi caso se produjo la sincronización con una música sinfónica vivificante, excitante, apropiada para un preadolescente. El descubrimiento de otras músicas vendría con la madurez emocional.